En 1971, el presidente del Rayo Vallecano Pedro Roiz desembolsó miles de pesetas para organizar dos partido de fútbol femenino. Ida y vuelta. De un lado, estaban las Folclóricas –cantantes de copla– quienes tuvieron como capitana a Lola Flores y usaron la camiseta del Betis. Del otro, las Finolis –cantantes de bolero– capitaneadas por Encarna Polo y vestidas con la franja roja del Rayo Vallecano. Esos encuentros se jugaron en el Sánchez Pizjuán y en Vallecas. Si bien los estadios estuvieron llenos, hubo un árbitro y una pelota en juego, el partido no tuvo nada que ver con el fútbol: las artistas, por momentos, agarraban la pelota con la mano, posaban para los fotógrafos, armaban tumultos en el medio como parte del espectáculo y, por ejemplo, el actor Manolo Gómez Bur ingresó varias veces al campo como masajista improvisado.
Eran años franquistas y, un año antes, el 8 de diciembre de 1970 se había jugado en España el primer partido de fútbol femenino entre el Mercacredit y el Sizam en el estadio Boetticher, en el distrito madrileño de Villaverde, al sur de la capital. Ese mediodía, el Sizam ganó 5-1. Los cinco goles los metió una jugadora de 13 años, Concepción Sánchez Freire, quien desde aquel día fue apodada por el diario Marca como “Conchi Amancio” por sus similitudes con el jugador del Real Madrid de la década del setenta: buen regate y mejor visión del juego.
Aquel día supuso para el deporte español la irrupción de la mujer en el fútbol. Ese mismo año, nacieron los primeros clubes de fútbol femenino de España: Sizam Paloma de Madrid, el Racing de Valencia, el Peña Femenina Barcelona y el Polideportivo Fuengirola. Los cuatro equipos disputaron entre el 24 de enero y el 28 de febrero de 1971 el primer campeonato femenino. Sin embargo, cuando las jugadoras empezaron a pisar fuerte en el fútbol apareció la Federación, la prensa y la cultura machista para marcarles su lugar: “No estoy en contra del fútbol femenino, pero tampoco me agrada. No lo veo muy femenino desde el punto de vista estético. La mujer en camiseta y pantalón no está muy favorecida. Cualquier traje regional le sentaría mejor”, dijo en 1971 el presidente de la Federación de Fútbol, José Luis Perez Payá, para explicar el por qué el fútbol femenino no sería incorporado en su organismo.
En ese contexto, ocurrió el partido de las Folclóricas-Finolis cuyo propósito fue desprestigiar a las verdaderas jugadoras que intentaban crecer y organizarse por su cuenta. “La película Las Ibéricas F.C o el partido entre las Floclóricas y Finolis nos hizo mucho daño. Nosotras queríamos que nos tomaran en serio. Aquello fue un palo tremendo para nuestra lucha, nuestro fútbol”, le dijo Conchi al diario AS fines del 2018.
Fue un palo tremendo, pero ahí estuvo ella con sus compañeras. Conchi quiso ser pionera y lo fue: a los quince años, fichó por Gamma 3 de Padua, Italia, y se convirtió así en la primera mujer en jugar fuera de España de manera profesional y la cuarta futbolista en hacerlo detrás de Luis Suárez, Luis del Sol y Joaquín Peiró. Y, en lo que refiere al fútbol en suelo español, en 1971, participó de la formación de la primera Selección española de fútbol femenino. La Federación no quería reconocerlas y no lo hizo. De ahí, su apodo: Selección Clandestina.
Antes de irse a Italia, en 1973, un medio le preguntó qué actitud tenían que tomar las jugadoras para ser valoradas. Ella contestó que tenían que luchar juntas para ser reconocidas y tomar el ejemplo del masculino. El reconocimiento llegó diez años después. Cuando eso ocurrió, Conchi ya era una estrella en Italia –en su carrera, ganó 8 Scudetto, 7 Copas de Italia y 1 Liga Italiana de Futsal–, pero jamás fue convocada a la Selección.
Pionera del fútbol español
Con la 9 en la espalda y la cinta de capitana, Conchi encabezó la primera Selección española femenina. En febrero de 1971, de la mano de Rafael Muga, la selección apodada “Clandestina” jugó en Murcia su primer partido. Lo hicieron sin escudo y sin himno –a pedido de la Federación– y con la amenaza constante de que el partido se suspendería. “La suspensión era algo que siempre nos temíamos”, recordó Conchi sobre aquellos años en una entrevista para el Diario AS.
Cuando las jugadoras llegaron al estadio, el partido comenzó a retrasarse. Como si jugar sin escudo no fuera poco, la Federación también le prohibió al árbitro salir con la vestimenta oficial. En las tribunas, había 3000 hinchas que querían ver el partido. Las jugadoras estaban dispuestas a seguir y el árbitro se puso un conjunto deportivo para poder dirigir. El partido terminó en empate 3-3, aunque para las jugadoras españolas les valió como un triunfo no solo por las trabas que les habían puesto aquel día, sino también por las diferencias deportivas entre un país y otro: “Éramos jugadoras de la calle, gente de la calle que jugaba en la calle. Recuerdo los primeros entrenamientos. Siempre arañando una hora en un campo de baloncesto o de tierra con postes y ya. Cualquier sitio nos valía. Para nosotras era muy difícil encontrar instalaciones. Daban preferencia a los chicos”.
Conchi Sánchez Freire llegó al Sizam, precisamente, por jugar en la calle. Un ojeador la vio en la plaza San Idelfonso en Malasaña, Madrid. En su barrio, se juntaba a jugar a la pelota con sus amigos. Los bancos eran los arcos donde los chicos querían mandarla a atajar a Conchi. Ese no era su lugar. “Los chicos jugaban maravillosamente y yo, siendo una chica, me tenía que esmerar. Si no, me ponían de portera y yo, de portera, no quería jugar. Tenía una técnica increíble y un buenísimo dominio del balón: era una cosa tan rara entonces. Había gente que se paraba a mirar, no era normal que una niña jugara al fútbol”, recuerda.
Un día antes del partido entre Sizam y Mercacredit, su papá la llevó a la Puerta del Sol y le compró sus primeros botines y su primer conjunto deportivo. No se los sacó en toda la noche: “Las botas eran de cuero, muy bien hechas, no como las de ahora de plástico. Yo en mi vida jugué con botas de plástico”.
Tras dos años jugando con la Selección, le llegó la oportunidad de jugar en Italia y ella no la desaprovechó: “La Federación no sólo no nos apoyaba, había problemas siempre con el himno, con el escudo, no reconocían nuestra selección, nuestro movimiento… Fue entonces cuando lo decidí. Era casi luchar contra molinos. Muy pocas siguieron y toda esa generación se perdió”, responde acerca de lo que la empujó para marcharse de España. Durante dos años jugó con la Selección Clandestina, aunque de clandestina no tenía nada: “Eso de “pobrecitas clandestinas” jamás me gustó. De clandestinas no teníamos nada: llenábamos estadios, recorríamos el país”, defiende Conchi.
En Italia, jugó 20 años y, su último año de carrera, lo hizo en Inglaterra, en el Arsenal, donde también fue campeona. Se retiró en un Arsenal-Liverpool, partido que ganó su equipo con un gol suyo. España, Italia e Inglaterra fueron los tres países donde jugó. En total, marcó alrededor de 600 goles. Quizá no jugar con su Selección después de que fuera reconocida por la Federación en 1983 es algo que nunca comprendió: “No me convocaron para el equipo nacional en 1983 cuando yo estaba en la cumbre de mi juego y era, probablemente, uno de las mejores jugadoras de Europa, si no, la mejor. Fue falta de cariño y respeto. Si me hubieran llamado, yo hubiera ido sin que me pagaran, sin nada, solamente por jugar en mi país”. Sin embargo, para Conchi aquella falta de convocatoria quedó en segundo lugar con los años. La prioridad hoy está en no ocultar la historia de aquella Selección de la década del 70, no ocultar la historia del fútbol femenino español, su historia: “El fútbol masculino defendió sus raíces, pero en el femenino los años 60 y 70 casi no existen. Las niñas de hoy no tienen un pasado con el que comparar, que lo hubo. Pero la FIFA empieza a hablar de fútbol femenino cuando ellos lo reconocen. La UEFA, igual. Y la Federación, igual. Quieren hacer que desaparezca, pero no se puede: tú no puedes no reconocer a toda esta generación. Pasó lo que pasó, no nos reconocieron en su momento, pues, por lo menos, ten dignidad y di: “Vamos a reconocer a estas personas”. Es importante para las raíces. Pero no. Ni un homenaje ni nada”.
Por: Delfina Corti